Un año más fuimos convocados a la cita de la Cena Solidaria, que ya cumple su 14ª edición, en el comedor de la Casa de la Iglesia. El buen trabajo de la Comisión Organizadora dio sus frutos, pues se llenó el aforo de 180 personas sentadas que permite el comedor de la Casa de la Iglesia. A la espera de que se abrieran las puertas del comedor, el fuerte murmullo de los saludos y de la animada conversación de los asistentes dejaba entrever en los pasillos la ilusión compartida por todos, unidos en torno a un mismo proyecto solidario que puede aliviar en algo la precaria e injusta situación de un grupo de niñas en la lejana Tailandia.
Como de costumbre, comenzamos la “cena” con un breve saludo de bienvenida y la bendición de la mesa. Una mesa austera pero ricamente condimentada por la animosa y amena conversación de todos los presentes, mientras entreteníamos el estómago con un surtido de entremeses acompañados de la bebida. Se respiraba en las mesas el cálido ambiente festivo de la gran familia que conformamos todos los socios y simpatizantes de la ONG, entre los que no faltó un grupo representativo de la zona de Las Villas. Recuerdos y anécdotas, buenos deseos y proyectos, comentarios sobre el menú, risas y bromas fueron subiendo el tono de la conversación durante una entretenida larga hora que transcurrió como un suspiro.
Llegaba el momento más importante: la presentación del proyecto, destinado esta vez a uniformes escolares y ropa de cama para las niñas de una Casa-hogar regentada por la Congregación de Santo Domingo, en una zona rural sumamente pobre y alejada de la capital. Fue la Hermana Consuelo, dominica colombiana residente en Salamanca y que había estado allí, la que hizo una breve, sencilla y sentida exposición que llegó muy hondamente a todos. Sus palabras encontraron a continuación confirmación y refuerzo en la lectura de las primeras estrofas de un bello texto en prosa poética del dominico Quintín García: Navidad a contraluz (nacimientos de hoy), que se repartió a todos. Ofrecía sin duda una inspirada y sugerente invitación a seguir rumiando e interiorizando el Misterio navideño presente en la vida de tantas personas que, como María y José, encuentran el rechazo y las puertas cerradas de nuestra insaciable sociedad opulenta.
Seguidamente tuvo lugar la rifa de un doble lote de buenos embutidos salmantinos, regalo de una familia del pueblo de Valdecarros, a la que queremos agradecer públicamente este generoso detalle que se viene repitiendo los últimos años. Todo suma.
Agradeciendo la presencia y colaboración de todos, nos despedimos hasta el año próximo cantando El Tamborilero. Feliz Navidad para todos.
Juan Huarte