El mundo en que vivimos
Esta vez fueron cuatro mujeres y tres niñas. Los 152 tripulantes del cayuco estaban siendo rescatados en el puerte de La Restinga, en la isla del Hierro, Canarias. Dicen que es el momento más delicado del rescate, porque la gente, agotada, desesperada y nerviosa, se coloca del lado del barco rescatador. Su cayuco se volcó y ellas murieron. Habían salido cinco días antes de Mauritania, y eran de Mali, Guinea Conakry, Senegal y Mauritania. Querían encontrar un futuro mejor.
Al otro lado del mundo, la policía de San Vicente y las Granadinas, en el Caribe, encontró una patera con 12 cadáveres en avanzado estado de descomposición. Había pasaportes de Mali. Probablemente se dirigían a Canarias, perdieron el rumbo y… encontraron sus cadáveres a miles de kilómetros.
En 2024 perdieron la vida intentando llegar a las costas españolas 10.457 africanos, 9.757 de ellos cuando viajaban hacia Canarias. 1.538 eran niñas y niños, y 421 mujeres. En ese año llegaron con vida a las costas 57.738 migrantes, de los que 43.737 lo hicieron a Canarias.
Por otro lado, en estos días hemos visto las imágenes de grupos de jóvenes (grupos pequeños, eso sí), en varios países de Europa, vestidos de negro, con indumentaria fascista y una agresividad inusitada, calificando la inmigración como “invasión migratoria” y esgrimiendo la “remigración”, un eufemismo que significa limpieza étnica. Dicen que tienen permiso para manifestarse, por lo de la libertad de expresión. Pero, ¿es legítimo basarse en las libertades para normalizar el odio y el racismo más crudo?
Con demasiada frecuencia vemos a los grupos políticos neonazis vociferar en parlamentos, redes sociales, y medios de comunicación, y agitar el odio visceral contra los más vulnerables. Incluso instigan a sus seguidores a agredir a inmigrantes por la calle. Eso se llama aporofobia, odio al pobre por ser pobre. No se pide la expulsión de los oligarcas rusos o venezolanos, ni de los solventes ciudadanos alemanes o británicos.
Un juez de Sicilia envía a juicio a seis miembros de la ONG de rescate Mediterranea Saving Humans, acusándolos de "favorecimiento agravado de la inmigración ilegal". Los activistas rescataron a 27 personas abandonadas en el mar durante 38 días con su barco Mare Jonio, y tres meses después recibieron una donación de 125.000 euros para apoyar sus esfuerzos de rescate de civiles en el mar. La Fiscalía los acusa de haberse lucrado con ello… Los acusados dicen que no los doblegarán, y que “el poder de quienes salvan vidas es mayor que el poder de quienes las dejan morir".
¿Qué nos ha pasado? ¿Dónde han quedado los valores que nos configuraron como humanos?
Europa ha dado la espalda a la población inmigrante pobre, y las tragedias seguirán produciéndose, mientras los políticos fingen contrariedad pero aprueban leyes cada vez más restrictivas, levantan muros, movilizan ejércitos y policías o llegan a acuerdos con países que vulneran los derechos humanos más básicos, para que les hagan el trabajo sucio. Ignoran deliberadamente que la deuda externa, los desastres provocados por el cambio climático, el continuo aumento del hambre y la pobreza, las guerras interminables y las disputas por los recursos estratégicos provocan en la población africana la necesidad de mirar a Europa simplemente para poder comer…
Si no se actúa sobre las causas, difícilmente se solucionarán las consecuencias. Lo que no sea actuar sobre los males de fondo será demagogia e hipocresía. Hablamos de intercambios comerciales justos, de aumentar de manera sustancial la ayuda al desarrollo, de dotar de recursos a estos países para enfrentar el cambio climático, de reestructurar la insostenible deuda externa… De no ser así, no habrá muros que los detengan y la negra tumba del Mediterráneo o el Atlántico continuará cobrándose elevadas cuotas de muerte.