El 23 de junio, Israel lanzó un ataque contra Teherán y otras ciudades de Irán. Un nuevo desafío israelí al derecho internacional, luego de la destrucción de Gaza y las operaciones militares contra Siria, Líbano y Yemen en los últimos meses. ¿El motivo? Destruir los enclaves militares y nucleares de enriquecimiento de uranio en Irán, para evitar que llegue a tener armas nucleares. En el operativo murieron científicos civiles y altos jefes militares, y fueron destruidas infraestructuras militares y energéticas.
Las acusaciones de Estados Unidos, la Unión Europea e Israel, de que Irán está construyendo un arma nuclear y que es una amenaza para el orden internacional, han sido insistentemente desmentidas por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y otras instituciones científicas. El más reciente informe de la OIEA señala que Irán dispondría de uranio enriquecido al 60%, un porcentaje muy lejos del 90% requerido para fabricar armas nucleares. La propia directora de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, Tulsi Gabbard, declaró en marzo pasado que "Irán no está construyendo un arma nuclear”.
El ataque israelí ocurrió mientras Irán y Estados Unidos negociaban sobre el programa nuclear iraní.
En los días siguientes, ambos bandos se han bombardeado mutuamente. Desde el punto de vista israelí, el operativo, al parecer, no fue tan exitoso como se esperaba. Irán derribó varios aviones de combate, misiles y drones israelíes, y los misiles que Irán envió como respuesta cayeron sobre instalaciones militares israelíes en Tel Aviv, Jerusalén, Bat Yam, Ramat Gan, Holón, Haifa y otras ciudades, poniendo en evidencia la vulnerabilidad de la “cúpula de hierro”, el sistema defensivo antiaéreo que Israel creía invulnerable. Los misiles, según Irán, alcanzaron el aeropuerto internacional israelí de Ben Gurion, centros de "investigación biológica" y bases logísticas.
La mayor refinería de Israel, situada en Haifa, golpeada por los misiles iraníes, de donde sale el 60% del combustible israelí, suspendió sus operaciones. Informes de prensa señalan que unos 240 edificios, con más de 2.000 apartamentos, quedaron destruidos o gravemente dañados. Unas 9.000 personas habrían perdido sus hogares.
Irán eleva a 430 sus muertos y a 3.500 sus heridos por los ataques israelíes (en un 90% civiles), mientras éstos dicen que sus bajas mortales son 24.
Las potencias occidentales e Israel no han perdonado que en 1979 los iraníes hicieran una revolución, nacionalizaran el petróleo y asumieran un camino independiente. Habían estado felices con el régimen del shah Mohammad Reza Pahlavi, que ellos mismos habían colocado en 1953 por medio de un golpe de Estado. Era uno de los más firmes aliados de Occidente. Desde entonces, Occidente ha sostenido una creciente hostilidad hacia Irán, que desde hace 40 años sufre el peso de sanciones y bloqueo comercial y financiero y de recurrentes ataques militares “preventivos” por parte de Israel.
Los medios occidentales no nos hablan de esto, pero en un país que pertenece a “los malos” y a los “patrocinadores del terrorismo”, rico en gas y petróleo, los servicios domésticos esenciales (agua, luz, gas) cuestan a las familias unos cinco euros mensuales. El transporte público es casi gratuito, y cien viajes en el metro de Teherán cuestan un euro. También cuestan un euro 30 litros de gasolina. La canasta alimentaria para una familia de tres personas puede llegar a los 30 euros semanales. Los medicamentos son subsidiados, y por lo tanto baratos, lo mismo que el servicio de salud. La educación es gratuita. Los ciudadanos tienen acceso prácticamente gratuito a internet, y muchos de ellos tienen su “segunda vivienda” para pasar sus vacaciones… Sí, Irán es un mal ejemplo.
Los últimos tiempos han dejado claro que en Oriente Medio la amenaza para el orden internacional es Israel, que, además de su espíritu belicista, inhumano y retador para el resto del mundo, posee al menos 90 ojivas nucleares, con hasta 120 sistemas de lanzamiento, según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo.
El reciente ataque israelí, además de demostrar de nuevo el rostro bárbaro y salvaje de su régimen, parece reflejar la preocupación de Israel ante el desarrollo tecnológico, científico, militar y médico de Irán.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, declaró que “no tuvo nada que ver” con la ofensiva israelí, pese a que él mismo la había anunciado el día anterior al primer bombardeo. Y una semana después, se sumó a la guerra, con un ataque de gran magnitud, en el que participaron 125 aviones (bombarderos, de combate, de reabastecimiento y de vigilancia), que descargaron con profusión bombas de más de 13.000 kilos sobre tres centros de enriquecimiento de uranio.
Trump se apresuró a declarar que las instalaciones “quedaron completa y totalmente destruidas", pero altos mandos militares dicen que hace falta tiempo para determinar el alcance de los daños. El primer ministro israelí reconoció: “No puedo decir que el programa nuclear de Irán haya sido destruido, pero sí ha sufrido graves daños”. Y las mediciones del Organismo Internacional para la Energía Atómica no han detectado una radiación significativa fuera de las instalaciones, lo que puede apuntar a que los daños no han sido tan graves como asegura Trump.
Trump aseguró que "si la paz no llega rápidamente, iremos contra más objetivos, con precisión, rapidez y destreza", y admitió que podría intentar un cambio de régimen en Irán.
¿Por qué ha entrado Estados Unidos en esta guerra? ¿Quizá por la inesperada fuerza demostrada por Irán ante la agresión israelí? ¿Quizá por la imposibilidad de Israel de dañar significativamente los centros de enriquecimiento de uranio de Irán? ¿Quizá por aprovechar un momento de debilidad del régimen para ampliar su influencia en la región y asegurarse sus fuentes energéticas? ¿Quizá para desestabilizar y derrocar un régimen que le resulta insoportable?
Israel lleva 30 años diciendo que Irán está a punto de conseguir la bomba atómica. Israel sabe, y Estados Unidos y todo Occidente, que eso es tan falso como las “armas de destrucción masiva” con las que justificaron el ataque a Irak en 2003. Ni tiene armas nucleares ni está cerca de tenerlas. Pero Occidente ha comprado el argumento israelí, a sabiendas de que es falso.
Nos abochornan las palabras de la presidenta de Comisión Europea defendiendo “el derecho de Israel a defenderse y proteger a su pueblo”. Y las de la jefa de la diplomacia europea enfatizando que “no se debe permitir que Irán desarrolle un arma nuclear, ya que sería una amenaza para la seguridad internacional”. De nuevo Occidente hace alarde del doble rasero, absteniéndose de condenar unas acciones totalmente contrarias al derecho internacional y haciendo tibios e inútiles llamados a “retomar la vía diplomática”.
La reacción europea es más patética cuando en Estados Unidos congresistas demócratas e incluso republicanos denuncian que Trump violó la Constitución al ordenar bombardeos sin autorización del Congreso, y miles de manifestantes condenan en las calles la agresión irresponsable contra Irán y califican a Trump como “criminal de guerra”. El veterano demócrata Bernie Sanders ha recordado las “desastrosas consecuencias” de las intervenciones previas en la región, desde Irak hasta Afganistán. Un estudio de la Universidad de Brown cuantifica en 4.5 millones las víctimas mortales, la mayoría civiles, como resultado de las guerras llevadas a cabo por Estados Unidos y sus aliados contra Oriente Medio en años recientes (Libia, Afganistán,Yemen, Irak, Siria…).
Mientras tanto, Irán ha dicho que se reserva "todas las opciones" para defender su soberanía. ¿Decidirá responder en una forma “inaceptable” para Estados Unidos, que nos colocaría en el abismo? ¿Aceptará negociar un alto el fuego en condiciones humillantes y desfavorables?
Los expertos dicen que caben esperar varios tipos de respuesta. Algunos piensan que Irán pudiera bombardear simbólicamente alguna de las 20 bases militares que Estados Unidos tiene Oriente Medio (en Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Kuwait, Arabia Saudí, Jordania e Irak), donde hay desplegados entre 40.000 y 50.000 soldados estadounidenses.
Más previsible es que Irán intensifique los ataques contra Israel con misiles hipersónicos Fattah-1 y Fattah-2, difícilmente abatibles, que hasta ahora ha usado con moderación.
Es posible que los aliados de Irán en la región (los hutíes en Yemen, Hamás en Gaza, Hezbollah en el Líbano y otros grupos en Siria e Irak) podrían entrar en escena.
Y es más que probable que Irán apueste por bloquear los estrechos de Ormuz, en el Golfo Pérsico, y de Bab el-Mandeb, en el Mar Rojo. Por Ormuz circula en torno al 25% de todo el petróleo líquido del mundo y cerca del 20% del gas natural licuado; por Bab el-Mandeb lo hace más del 10% de comercio marítimo mundial. Ello provocaría una crisis energética y comercial mundial, con alzas en los precios del crudo y el gas, entorpecimiento del comercio y desabastecimiento en algunas regiones.
De momento, contenemos la respiración…