La masacre no se detiene. Los gazatíes muertos ya son más de 59.000 y los heridos más de 141.000.
Los soldados israelíes, según la ONU, han matado ya a más 1.000 personas que intentaban recibir alimentos de la organización paramilitar patrocinada por Estados Unidos e Israel. Los ataques de los soldados a los hambrientos se repiten día a día. No son errores ni acciones aisladas, sino cotidianas y planificadas.
El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, ha expresado su preocupación por el aumento en las muertes por desnutrición: “La desnutrición en Gaza va en aumento y la hambruna toca todas las puertas”. Mientras tanto, más de 6.000 camiones con ayuda humanitaria esperan en Egipto y Jordania luz verde para poder entrar en Gaza.
El 87,8% del territorio de Gaza es área militarizada por el ejército israelí, donde la población está sometida a órdenes de desplazamiento; ello hace que 2,1 millones de civiles gazatíes estén confinados en el 12% de la Franja.
Por otro lado, el ejército israelí prepara el terreno para "la ciudad Humanitaria” que quiere habilitar en la destruida Rafah, para concentrar a la población gazatí, que los expertas en derechos han calificado como un campo de concentración y el paso final hacia la limpieza étnica de facto del pueblo palestino en Gaza.
Representantes de más de 30 países, fundamentalmente del Sur global (“Grupo de La Haya”), reunidos en Bogotá, Colombia, junto a expertos internacionales y funcionarios de la ONU, han acordado impedir el suministro y tránsito por sus países de armas, equipos militares y combustible a Israel, y han pedido que se investiguen "los crímenes más graves bajo la ley internacional" y buscar "justicia para todas las víctimas" en los territorios palestinos…
Por otro lado, los ministros de Exteriores de 25 países de Occidente han pedido al gobierno israelí el fin de la guerra en Gaza y el levantamiento de las restricciones a la ayuda humanitaria, sin anunciar ni una sola medida económica o militar que suponga una presión sobre el gobierno israel, en un contexto internacional donde rige la ley del más fuerte. No es inacción. Es complicidad.
Waldo Fernández