"La vida no tiene sentido si no se lo damos”.
Mi nombre es CHABI FRANCK. Soy un cristiano practicante. Amo a los niños y especialmente a los niños en situaciones difíciles. Seguí a un grupo de niños de la parroquia y me interesé en la vida de Santa Teresa de Calcuta, lo que me llevó a hacerme enfermero con la intención de dedicarme a los más vulnerables independientemente de su raza, etnia o religión.
Soy enfermero
Después de tres años de formación en Burkina Faso con pasantías en diferentes centros y servicios de salud, tuve que frecuentar el mundo de la enfermedad, el sufrimiento físico y moral. Un día mi decano y yo recibimos a una señora con una herida muy infectada. Me doy cuenta de que la señora tenía dolores muy fuertes y no podía hablar. De repente, el decano enfadado dijo:
- Estoy cansado de escucharte gritar cada vez que te trato. Hoy será Franck el que te cure.
El decano se va y me deja solo con la paciente.
- "Oh, Dios mío, ayúdame". Es la primera vez que me encuentraba ante un caso tan grave . Me acerqué a la señora y le dije:
- Hermana, veo que sufres, Dios te ayudará. ¡Anímo! Te va a doler, pero pasará.
En una palabra, por la gracia de Dios logré hacerla sonreír después del vendaje. Esta experiencia despertó en mí un amor más fuerte por los más vulnerables.
La enseñanza del dolor
Si te cuento todo esto, es porque estas experiencias han cambiado totalmente mi vida, porque hay que vivirlo para entender realmente la parábola del Buen Samaritano o el papel que jugó la Madre Teresa en la vida de los más vulnerables de Calcuta.
Es cierto que yo no soy ni el Buen Samaritano ni la Madre, pero les aseguro que después de esta sonrisa de la paciente, entré en el baño a llorar de alegría.
Así, unos años más tarde comencé a ejercer mi profesión de enfermero y a atender a las personas que necesitaban ayuda en el servicio de Cáritas de mi parroquia que a menudo se encontraban en situaciones de total abandono.
Los niños invidentes
Un día fui a ver al padre y durante nuestros intercambios me contó la experiencia que tuvo con el mundo de los ciegos de Gaya. En esta conversación noto el cariño que el padre muestra por esos niños.
Lo recuerdo como si fuera ayer. Incluso me habló de un centro que había creado con algunas personas de buena voluntad en Gaya. Luego me dijo esto:
- "Me gustaría que descubrieras este mundo"
Al final, el sacerdote despertó en mí el interés, pero me hacía muchas preguntas en mi interior: "¿Qué puede aprender un niño ciego en la escuela?" ¿Y cómo puede moverse?. Los que conozco, están en la calle pidiendo limosna. Pero un día, con Dieudonné, fuimos a Gaya y juntos descubrimos este mundo tan complejo.
Hace ya dos años que estoy metido en él. Es curioso que con solo un rato de charla y convivencia con estos niños descubrí las maravillas que Dios hace y su grandeza. Estos niños, estos jóvenes, a pesar de su discapacidad, son seres con muchas posibilidades para vivir felices, aprender y transmitir lo que experimentan. Pueden leer y escribir con el sistema Braille y moverse por sí mismos. Por supuesto, para lograrlo necesitan preparación y esfuerzo.
No sabía que esto era posible. Y me sorprendió tanto que me enamoré de él.
Franck