Monseñor Romero, la voz de un profeta

Sus denuncias contra la represión y el expolio del pueblo salvadoreño, protagonizados por una élite privilegiada y minoritaria, fueron un servicio a la causa del Evangelio, un grito profético al estilo de los profetas del Antiguo Testamento, del propio Jesús y de tantos profetas que afortunadamente ha habido a lo largo de la historia. Es la continuación, en el continente latinoamericano, del grito de denuncia de los dominicos de La Española o los jesuitas de Paraguay y de tantos otros.

Romero

Por eso, al unirnos y felicitarnos por este reconocimiento oficial por parte de la Iglesia de la persona y vida de Monseñor Romero, al que el pueblo sencillo ya proclamaba desde hace mucho como “San Romero de América”, deseamos que no sirva para amortiguar la radicalidad profética de Monseñor, sino que sea una llamada a continuar esta tarea de la denuncia profética en nuestro contexto, donde existen los dramas migratorios y las hirientes desigualdades que no cesan de aumentar, donde los ricos son más ricos y los pobres más pobres.

Hacemos esta llamada porque ya la hacía en su momento el propio Mons. Romero:
“Las mayorías pobres de nuestro país encuentran en la Iglesia la voz de los profetas de Israel. Existen entre nosotros los que venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias ―como decían los profetas―, los que amontonan violencia y despojo en sus palacios, los que aplastan a los pobres, los que hacen que se acerque un reino de violencia acostados en camas de marfil, los que juntan casa con casa y anexionan campo a campo para ocupar todo el sitio y quedarse solos en el país. Estos textos de los profetas no son lejanas voces que leemos reverentes en nuestra liturgia, son realidades cotidianas cuya crueldad e intensidad vivimos a diario”.

(Día a Día con Monseñor Romero, Homilía 17-febrero-1980)